RUINA Y LLANTO Giovanni Battista. Caravaggio. Ruina y llanto, el recordarla siempre derrite el alma. Lleno de amor grité detrás de sus cabalgaduras: Oda VIII. Abenarabí Al oráculo de Cumas van los esquifes, escoltados por iridiscentes criaturas marinas. Las agujas de salitre tejen el muérdago, que la mano izquierda de los acólitos agitará frente al trípode sagrado. Las sombras lentas de los condenados se agolpan a las puertas del inframundo, bajo las ruinas del templo de Apolo. Allí te encontré, joven Amerighi, cuando apenas vestías toga viril. A la Virgen de los palafreneros invoqué para que nuestro encuentro no fuese pisoteado, para que no te alejases de mí. No me importaba si eras canalla de los adoquines o Donatello del arrabal. En un cuartito, juntos los dos, ninguno tomó veneno, anhelo y ansia bebimos, convulsos y transidos, goteaban por las comisuras de nuestras bocas la lujuria y el deseo: eran libaciones ante una Venus ajada, que nos observaba ...
Un mosaico romano, un zócalo nazarí, un puzzle, las piezas de un juego de construcción desparramadas por la alfombra de esparto, en el cuarto de un niño.