Aubrey Beardsley.The Climax
Salomé es la hermana del lobo, es la hembra oscura que escucha el susurrar de la muerte entre la floresta helada, la que acecha tras el manto purpúreo de su padrastro, viejo libidinoso y agorero. Salomé es la gran ramera del Apocalipsis, la «mujer ebria de sangre de santos», que acaricia los sedosos cabellos del Bautista, aquel zumbado vestido con pieles de camello. «Otro vendrá que es más que yo», decía, y por cantarle las verdades de Caronte a la máscara senil de Herodes fue encerrado, y por ser víctima propiciatoria de bajezas venéreas fue decapitado. Salomé y su madre Herodías, son marionetas en manos de pírricos intereses bajo el protectorado romano. La hermana del lobo acerca la cabeza del profeta a sus labios, olisquea la sangre que mana de los tejidos cercenados, contempla la última expresión de Juan en el instante mismo de abandonar la vida.
Roberto Ferri.
Roberto Ferri
plasma en colores y formas aquello que mi imaginación no logra alcanzar, a veces.
Ese lugar en el que lo real convive con lo improbable y lo posible con la duda.
Ferri bebe en las mucilaginosas aguas de Velázquez.
¡Sublime pincel!, que diría el zumbado de Figueras. Roberto reposa parte de su
aprendizaje en el diván de aquel canalla magnífico y genial que fue Caravaggio. Ángeles caídos de nalgas barrocas, anatomía rotunda, relieves carnales que inspiran dolor, dolor inimaginable de
hierros candentes penetrando en las entrañas, torsión de los cuerpos torturados,
condena y exaltación en misticismos herrumbrosos. El águila de garras
ensangrentadas sujeta las caderas de la ninfa, divinidad campestre sorprendida
en el momento del reclamo. El cuerno del sacrificio llama a la parada nupcial de
seres mitológicos en los bosques de Espermia.
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